lunes, 26 de octubre de 2009

2.4.1 Acercamiento histórico

LOS VASCOS Y EL SEXO EN LA ERA MEDIEVAL:
El pueblo vasco dispone de yacimientos arqueológicos y numerosas pruebas que permiten estudiar rasgos físicos, útiles que utilizaban… No obstante, respecto a sus costumbres morales y de convivencia sabemos bien poco, debemos recurrir a escasas referencias de geógrafos y viajeros que los visitaron.

El pueblo vasco del SXVI, es un pueblo dotado de una fuerte moral religiosa, y de un potente temor a Dios. La influencia romana está presente en los ritos y modos de vida.


El matrimonio:

Era un sacramento sagrado, cuyo fin era la procreación. La iglesia ejerció una fuerte presión en este sentido. El sexo fuera del matrimonio estaba mal visto, incluso perseguido y castigado. La mayoría de los contratos matrimoniales eran de mutuo acuerdo, pero las familias de los contrayentes influían mucho en la decisión, se buscaba a novios de la misma o superior posición, nunca inferior. Si la mujer no proporcionaba hijos a su marido, éste podía devolvérsela a sus padres y que le fuera devuelta la dote. La mujer estaba obligada a satisfacer sexualmente a su marido a diario, y cada vez que éste quisiera, era un deber ineludible de la mujer. No disponían de medios anticonceptivos, con lo cual tenían muchos hijos. (los que venían, como se decía antaño).


El placer:
El orgasmo femenino era pecado, no así el masculino. La mujer no debía de disfrutar con el sexo, tampoco lo buscaban. Existen testimonios de mujeres que aseguran que realizaban el sexo por obligación, y que “rezaban para no obtener placer durante el coito”.

El adulterio:

Estaba fuertemente castigado, sobre todo en el caso de la mujer, que podía perderlo todo, ser repudiada por su familia y además recibía un duro castigo físico. Los hombres, en cambio, no recibían castigos tan duros, y era bastante común que tuvieran varias concubinas, sobre todo cuando alegaban que su mujer no les daba hijos. Los hijos nacidos fuera del matrimonio (sobre todo de mujeres esclavas) recibían el apellido del padre y la libertad, pero no tenían el mismo rango que los legítimos.
El fuero imponía la pena de “medio homicidio” para varios delitos de sexo, entre los cuales estaba el adulterio.

Virginidad:

La mujer casadera debía llegar virgen al matrimonio, el pretendiente tenía derecho a exigir “la prueba de doncellez” para la validez del contrato, y la novia debía de someterse. El examen era un tratamiento meticuloso, arbitrado por los fueros, en el que una vez depositada la fianza por parte de los padres, unas mujeres de confianza lavaban a la novia y la ataban con cuerdas de pies y manos a la cama, para que no se pudiese soltar, después el pretendiente entraba en la cámara y copulaba con ella ante la supervisión de las mujeres de confianza, si era virgen la sábana debía teñirse de rojo, con lo cual se celebraría el matrimonio, en cambio si el fluido era amarillo, el pretendiente se desentendía de ella y recuperaba su fianza.


Intimidad y embarazo:

La vida de la mujer rural vasca se distinguía por su dureza, llevaba la casa y trabajaba duramente en el campo. El embarazo no las liberaba de sus obligaciones, y su alimentación seguía siendo la misma, ya que el campo no daba para más (a excepción de las mujeres de ciudad, que sí que adoptaban una dieta especial). La mujer rehusaba de comentar su embarazo, procuraba pasar desapercibida, y seguía cumpliendo con sus obligaciones sexuales para con su marido. No estaba bien visto hablar de tales menesteres. Tampoco estaba bien visto que las mujeres en avanzado estado de gestación fueran vistas en la calle, con lo cual debían de esconderse en sus casas y trabajar al alba y al anochecer, sobre todo en casos de las madres solteras.
Cuando una muchacha soltera quedaba embarazada era un verdadero drama, dejaba de tener trato con los vecinos, y suponía una vergüenza para toda la familia, algunas eran castigadas por sus padres a años de encierro, o a someterse a humillación pública.
El parto era bastante rudimentario , se basaba fundamentalmente en someter a la parturienta a ejercicio físico, aunque el niño viniera bien, la mujer debía de realizar tres actividades fuertes en el mismo día: cocer la colada, amasar el pan y traer del monte una carreta de hojarasca. Algunas mujeres parían en pleno campo, y al día siguiente volvían a trabajar. Muchas mujeres y sus bebés morían a consecuencia del parto.
Por otro lado, la mujer no guardaba reposo tras el parto, era el marido quien se hacía el enfermo y se acostaba junto al bebé para recibir los cuidados de su esposa. Se cree que era para ahuyentar a la mala suerte.

Aborto:

Al no disponer de medidas anticonceptivas, las mujeres quedaban en cinta con facilidad, tenían muchos hijos, más de los que podían alimentar. El aborto era un tema tabú, pero se sabe que en las capitales (Vitoria y San Sebastián) , contaban con mecanismos que propiciaban el aborto. Resultaban más discretos los mecanismos caseros, aunque pusieran en peligro la propia vida, como baños de agua fría durante días, brebajes de anís y azafrán, infusiones de perejil, agua de ortigas, tisana de esparto, y hasta provocar accidentes domésticos para propiciar el aborto. Muchas mujeres morían en el intento.

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